Hace un par de semanas una familia fue al cementerio de Blesa a colocar una placa nueva para una tumba que ya no se puede adornar y cuidar como las demás. Y a cerrar una herida abierta.
Nada dura eternamente, pero los cementerios de Blesa, aún menos. Una vez los camposantos o fosales de Blesa estuvieron pegados a los muros laterales de la iglesia parroquial de Blesa. En algunas localidades aún se conservan estos terrenos (como en Ordeves), aunque no sean, por legislación y salubridad, los cementerios municipales vigentes. Nuestro viejo cementerio en la carretera, clausurado en 1885 terminó despareciendo. Incluso muchas tumbas y fosas en el cementerio vigente, junto a las ruinas de la ermita del Pilar, han desaparecido.
En el cementerio actual, tras unas ampliaciones también quedó sin lápida ni tumba accesible la de una pequeña niña de dos años, fallecida hace 80 años, en 1945. En este caso, no fue por olvido o desidia, sino porque el campo santo se reformó con nuevos bloques de nichos que se construyeron sobre tumbas existentes.
Su nombre, Laura Calvo Martín, aunque sus apellidos oficiales en el registro de nacimientos de Zaragoza, o de defunciones de Blesa, fuesen otros. Tuvo su segundo entierro el pasado 26 de abril de 2025.
Avelina Calvo, (hermana de leche de Laura, e hija Concepción Martín, la mujer blesina que la amamantó), rodeada de sus hijos, asistieron a esta ceremonia familiar, que cierra un ciclo de historia silenciada, íntima y sentida durante décadas. La corta vida de Laura ya no es solo un recuerdo familiar, porque desde el pasado invierno forma parte de la historia colectiva de Blesa, tras publicar la historia de aquella traumática "adopción", que empezó como una lactancia, a una bebé de la maternidad zaragozana, allá por 1943.
Toda la historia, emotiva e intensa, la puedes leer en la revista cultural El Hocino nº 53 del pasado invierno.
Portada de la revista El Hocino nº 53.
Subiendo la calle, una de las personas mayores que figuran en la historia sobre las tragedias de mujer.